Thursday, September 22, 2005

Canciones de verano

Entre mis 9 años hasta los 16 aprox, cuando mis hermanas tenían entre 3 y 11 años, y mi papá tenía la fábrica de envases de ojalata que él construyó, fuimos a veranear a la casa de llo-lleo. Los tres hermanos de mi padre y él se turnaban la casa de llo-lleo para ir en verano. A mi familia le correspondía en general la primera quincena de febrero.

Mi papá sólo iba el fin de semana pues debía trabajar. Así nos llevaba para ir con mercadería en dos autos. Mi mamá se iba con las niñas y la nana, primero la Julia y luego la Anita, en un Datsun rojo. Y en el otro auto, una zuzuki gris o una volsksguen roja, mi papá y yo.

En el camino mi papá me cantaba cosas. Yo ni sabía que era desafinado porque me embelezaba con las historias. Las historias de esas canciones me daban una pena negra hasta las lágrimas a veces. Además, mi padre con su memoria prodigiosa, se las sabía enteras y varias. Y como había sido miembro del club de teatro del colegio, me las actuaba además. Así conocí boleros y tangos.

Me aprendí muchos. “Osito de felpa” una donde un hombre le llora al “osito de felpa, juguete de mi hijo, de mi chiquitito, que una madrugada se llevó el señor”. Con esa yo lloraba a mares. También había otra donde eran dos primos hermanos, uno pobre y uno rico y el rico se avergonzaba. Esa me daba rabia.


Había otra que decía “sabes mejor que nadie que me fallaste, que lo que prometiste se te olvidó... sabes a ciencia cierta que me engañaste, aunque nadie te ha amado, igual que yo”. Y venía el estribillo, “ y allá en el otro mundo, que en vez de infierno encuentres gloria, y que una nube de tu memoria me borre a mí” que obviamente yo cantaba a coro con mi padre en la zuzuki camino a llo-lleo. Esa canción después la cantaron, no hace mucho, el dúo “La Sociedad”. Obvio que me la sabía entera.

Hubo muchas otras canciones. Las de rock and roll eran las preferidas de mi papá, pero no se las sabía enteras en inglés. Pero el “one two three o’clock for o’clock rock” lo debo haber escuchado miles de veces como otra de “blue shooses”.

También hubo algunas medias tangueras, como “flaca, tres cuartas de cogote, una percha en el escote, bajo la nuez” donde mi papá me contaba la historia de una cabaretera vieja que estaba sin encantos. Y yo me imaginaba un bar argentino de mala muerte lleno de humo y a esa pobre que antes fue “bakana”.

A veces poníamos tonos más divertidos y cantábamos, a coro claro, “con medio peso, compré una vaca, y esa vaca me dio un ternero, tengo vaca tengo ternero y todo eso, con medio peso”. La canción era eterna y divertida.

Igual que “estaba la rana cantando debajo del agua, cuando la rana empezó a cantar, vino el zapo y la hizo callar... estaba la rana, el zapo cantando debajo del agua”. Y también después de eso, cantábamos, “un elefante se balanceaba”.... y cosas así.

También la Violeta era infaltable. Me gustaba el run-run y sobre todo la parte que dice “Sentado en una piedra se puso a divagar, que sí que esto que el otro, que nunca que además, que la vida es mentira que la muerte es verdad, ayayai, de mí”.

Otra que me gustaba era: “cuando fui para la pampa llevaba mi corazón contento como un chirigüe pero allá se me murió, primero perdí las plumas y después perdí la voz, y arriba quemando el sol”. Ahí mi papá me explicó lo de los mineros y donde quedaba la pampa.

La otra de la Violeta que, después de la explicación me gustó pues comprendí quienes eran los Alessandri. La canción decía: “He recibido una carta, por el correo temprano, en ella me dice que cayó preso mi hermano. La carta que me mandaron, me pide contestación, yo pido que se propague por toda la población, que el León es un sangriento en toda generación. Sí”. Eso porque según la Violeta el delito de su hermano Roberto no era tal, de hecho canta “Si eso es un delito presa voy también sargento. Síííí”.

Varias canciones de la Violeta mi papá las tenía en casetes (sí, esos que salen en la “portada” de “los 30”). Y ahí escuchábamos y cantábamos a dúo con la Isabel Parra, que era la intérprete. La que me sacaba lágrimas era la del “angelito” sobre todo cuando dice “¿por qué se cae su cuerpo, como una fruta madura?. Cuando se muere la carne el alma se queda oscura”. Pero la que más escuchábamos, era la jardinera y su “para enamorarme de ti, voy a cultivar la tierra”..

Otro cantante que le gustó a mi padre y que cantábamos en verano y en fines de semana, era un español, Paco Ibáñez. La favorita de mis hermanas y yo, cantada por ese cantante, era “Era un niño que soñaba”. La mejor parte era “pero el niño se hizo mozo, y el mozo tuvo un amor... y a su amada le decía, ¿ tú eres de verdad o no?”.

Luego a los gustos de mi padre se unió, por muchos años, Serrat. Ahí “las nanas de la cebolla” era mi predilecta. No por lo triste, sino por la historia. Mi papá me contó que esa historia cuenta cuando el poeta que escribió eso, Miguel Hernández, está preso por Franco, y su mujer alimenta a su hijo pequeño sólo con leche materna llena de cebolla, pues es lo más barato, y que es lo único que ella come. Obviamente yo lloraba.

También nos gustaba “Cantares”, la parte que decía “cuando el jilguero no puede cantar, cuando el poeta es un peregrino, cuando de nada nos sirve rezar, caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Donde el poeta era García Lorca, perseguido por Franco.

Claro que la que más nos gustaba era, por supuesto, “Mediterráneo” pues alude a Cataluña, y al frente está Mallorca, lugar de procedencia de mi familia paterna.

Con la herencia española de mi padre y mi madre, en mi casa siempre se escuchaba flamenco. También en Algarrobo, en la casa de los Lobato, los cuasi padres de mi mamá, donde íbamos siempre en otra parte del verano.

Y así, por todas partes yo escuchaba esas melodías andaluzas como “la llorona” y otras más agitanadas y se me ponían los pelos de punta. Mi preferida es, hasta ahora, “Lola Puñales”.

Esa canción, con su música gitana genuina, cuenta la historia de una mujer orgullosa y llamada Lola Puñales, morena, bella y que era la perdición de los hombres y los tomaba o dejaba a su antojo por eso “primero llegó el marqués, Lola lo despreció por Don Juan” pero un día “los ojos de un hombre, la fueron matando”. Y Lola se enamoró.

Pero Lola lo vio con otra mujer y dolida hasta el alma, lo mató “ y lo mataría otra vez”. La historia cuenta cuando ella está en el tribunal y remata la canción con las palabras de Lola que dice “Y que apunte el escribano que al causante de mis males por jurar cariño en vano sin siquiera temblarle la mano lo mató Lola Puñales”.

La semana pasada a título de nada, en la comida, la Rocío, mi hermana, se acordó que yo me sabía esa canción de la sociedad y le pidió al papá que cantara “esa canción que te gusta a la Katinita”. Entonces el papá empezó a cantar, actuar y zapatear “Lola Puñales”.

La Rocío quedó impresionada, no conocía esa... le gustó, obvio, si es muy buena. Pero ella se refería a la otra a “y allá en el otro mundo”... la cantamos también, como las de rock and roll, algunas en francés que cantábamos cuando chicas por el colegio y otras canciones de antaño. Subí a mi pieza y me acosté con el alma llena de sensaciones bonitas.

Hoy, unos días después, pienso en eso y recuerdo: “Fue más o menos así, vino blanco noche y viejas canciones” o “ y una vieja guitarra, brindaremos por ti, brindaremos por él, porque le vaya bien” y ahora, mi papá estaba en Internet pero antes de irse, me dice: “katinita, escucha el cd que compré ayer”, y.... pues el cd se llama los inolvidables y está re masterizado, entre otras canciones, “el medio peso”.

Muertos de la risa la empezamos a corear y a bailar. Él se fue, yo súper inspirada vine a escribir un relato sobre mis viejas canciones de verano.

1 Comments:

At 2:02 PM, Blogger Roberto said...

hay mucha nostalgiaaaa
saludos
robert

 

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